Espido Freire
Al ver una foto de la escritora que nos ocupa nos llamarán la atención sus ojos: grandes, a la vez melancólicos, la mirada de una persona que, aunque ve el mundo con sus miserias, no puede dejar de ser testigo de ellas pues su misión es contarlas.
María Laura Espido Freire (firma con sus apellidos) nació en 1974 en Bilbao, en el hogar de una familia de ascendencia gallega. Conoció el arte desde pequeña y, aunque su vocación era la de la escritura, su sensibilidad fue encauzada a la música y al canto. Fue doloroso pues a la exigencia propia de la dedicación musical se unía la presión de los estudios de derecho en la universidad de Deusto: depresión, bulimia... la tristeza infinita de quien se siente atrapado incluso en aquellos momentos que debería dedicar a la expresión de su verdadero ser.
Rompió con ello: estudió Filología Inglesa y comenzó a escribir. Con 24 años llega su primera obra, Irlanda; con 25 publica “Donde siempre es octubre” y se convierte en la autora más joven en obtener el prestigioso premio Planeta con “Melocotones helados”. Ya nada podrá detenerla, sus ganas de contar historias, de ahondar en lo que hace al ser humano capaz de amar, de luchar, sobre todo de aguantar, han dado para numerosas obras, diversos premios y fieles seguidores.
Se considera su voz una de las interesantes de la actual narrativa española. Pero es mucho más: impulsora de talleres literarios ha creado su propia escuela de escritura, ha sabido ver las preocupaciones, esperanzas y frustraciones de una generación que nació con todo y a la que ahora parece no quedarle nada. Igualmente ha destacado en la defensa de los derechos de los animales que, al fin y al cabo, en sus instintos siguen siendo seres más puros y bondadosos que los humanos.
Una autora que ha sabido encontrarse a sí misma en la adversidad, alguien que nos habla desde cada página con sinceridad, como una buena amiga que nos habla desde el corazón, con toda su alma.