Blas de Lezo
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Blas de Lezo

Le llamaban “medio hombre” pero por sus propios medios fue capaz de humillar a la flota más poderosa de su tiempo. Sin embargo no ha sido hasta hace poco tiempo que Blas de Lezo, marino guipuzcoano, ha sido recordado: biografías, exposiciones e incluso la propuesta de un monumento en su recuerdo le han traído de vuelta.

Pero antes de contaros qué hizo para pasar a la historia os vamos a contar a grandes rasgos su biografía temprana: nació en 1869 en el hogar una familia marinera. Hace sus estudios en Francia y, con apenas 12 años, se enrola en la armada francesa que defendería al pretendiente francés al trono español durante la cruenta Guerra de Sucesión. En los catorce años que duró la guerra perdería el ojo izquierdo, la pierna izquierda y su brazo derecho quedaría inútil. De ahí el sobrenombre que hemos citado al principio.

Blas de Lezo

Alternaría puestos de oficial en el Caribe y el Mediterráneo siempre combatiendo la piratería ya fuese inglesa u otomana. En 1737, ya ascendido a General de la Armada partiría hacia su último destino, Cartagena de Indias (actual Colombia).

No era un destino apacible: los piratas ingleses hostigaban a los puertos españoles y en 1739 la situación se volvió más difícil debido a la Guerra de la oreja de Jenkins. En el marco de este enfrentamiento el Almirante inglés Edward Vernon decidió apostar fuerte y sitiar Cartagena de Indias en 1741: 186 navíos y más de 23.000 hombres partirían para doblegar el puerto español, defendido por sólo 6 barcos y 3.000 personas. Tanto confiaban los ingleses en su victoria que mandaron acuñar moneda conmemorativa antes incluso de terminar la batalla.

No contaba Vernon con la experiencia del “medio hombre” (de Lezo había participado en 22 batallas): un ingenioso juego en el que las piezas clave serían la defensa de puntos clave combinada con la movilidad de la artillería y el aprovechamiento de un terreno difícil y pantanoso resultado del dragado de un canal propiciaron que el General hiciera algo tan impensable como vencer a la marina más potente del mundo con pocos recursos. De Lezo se convertiría en héroe, pero aquí entra la figura de un virrey envidioso, Sebastián Eslava, que hizo caer en desgracia y miseria a un héroe que, tristemente, moriría pocos meses después a causa de las heridas recibidas en la batalla. Y de ahí a más de 200 años de olvido que ahora se disipan. Como dijo aquel “más vale tarde que nunca”.